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Parece que hoy en día haya habido un incremento considerable del diagnóstico del TDAH por la modificación de los criterios diagnósticos y la conducta diagnóstica de los profesionales. Debido a sutilezas y complejidades en los límites diagnósticos, debe primarse la experiencia y el juicio clínico del profesional sobre el criterio descriptivo de categoría. De esta forma, evitaremos un sobrediagnóstico por una aplicación laxa de los criterios clínicos para el diagnóstico. Destacar que, aunque deben conocerse los criterios de inclusión, también es fundamental aplicar los criterios de exclusión. El diagnóstico diferencial de un posible TDAH es muy amplio y heterogéneo por la inespecificidad de sus síntomas y, en ocasiones, son propios de alguna de las etapas
del desarrollo del niño y comunes en múltiples procesos neurológicos o somáticos de otra índole, por lo que se considera prioritario una evaluación rigurosa por un equipo multidisciplinar (fundamental valoración neuropediátrica por descartar cualquier trastorno genético, metabólico o cualquier otra patología). El diagnóstico diferencial debe realizarse con:

  • Discapacidad intelectual, sobre todo con cociente intelectual límite.
  • Límites educativos insuficientes.
  • Acoso escolar o bullying y ciberacoso o cyberbullying.
  • Retrasos específicos del desarrollo.
  • Trastornos del comportamiento infantil.
  • Trastornos del humor (disforia).
  • Trastornos generalizados del desarrollo (TGD) o trastornos del espectro autista
    (TEA).
  • Afecciones neurológicas y psicomotoras.
  • Trastornos emocionales “menores”.
  • Trastornos del vínculo en la infancia.
  • Síntomas psicológicos en procesos somáticos.

 

En todos estos casos no caben las cormobilidades, ya que los síntomas ocurren en el desarrollo del trastorno como tal y no concurren desde otro diagnóstico. Dado que para diagnosticar el TDAH no existe ninguna escala o prueba específica y que su diagnóstico es fundamentalmente clínico, todo lo comentado anteriormente adquiere un gran interés. Los listados de síntomas que recogen las escalas del DSM no recogen semiología significativa del paciente, además de ser poco específicas (los padres suelen ser más sensibles que los profesores) lo que resta fiabilidad al uso
exclusivo de estas escalas para su diagnóstico.

El TDAH se presenta como un cuadro clínico inespecífico y, en muchas ocasiones, ligado al propio proceso del desarrollo. Existe un grupo de niños en los que estas características son persistentes y se incrementan, llegando a dificultar de forma significativa su vida escolar, familiar y social; pero no es menos cierto que en mucha menor cantidad de las que se nos pretende hacer creer. Por el bien de nuestros niños y adolescentes hagamos un diagnóstico del TDAH basado en la semiología y juicio clínico.